129. «VAMOS, VAMOS, AMIGOS…»
La noticia de su grave enfermedad hizo acudir gentes de todas partes. En pequeños grupos entraban a su cuarto. Se oía sólo la respiración ansiosa del moribundo. De repente se sentó y con el crucifijo, fiel compañero suyo en todas sus misiones, bendijo a los presentes. Recogió sus últimas fuerzas y entonó uno de sus…
