123. EL AMIGO DE LOS NIÑOS
Montfort amó a los niños. Más que una caricia o una palabra amable a uno u otro, los instruyó y educó.
Ya de seminarista y luego como sacerdote, se complacía en verse rodeado por muchedumbres de niños, que reunía en torno a sí mismo para enseñarles el catecismo y bendecirlos.
Para mantenerlos en la práctica de la vida cristiana, organizaba para ellos pequeñas «sociedades», asociaciones y agrupaciones juveniles, con el fin de estimularlos a mejorar más y más y atraer al buen camino a los compañeros menos buenos.
Para ellos fundó escuelas, trazó reglamentos, ensayó nuevos métodos. Una de las últimas palabras escritas por su mano moribunda, se refiere a la misión confiada a sus Hermanos, de proseguir la obra de las «escuelas gratuitas».