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128. LA ÚLTIMA LLAMADA

En la población de San Lorenzo del Sèvre, oyó Montfort la última llamada.

El santo sacerdote había llegado allí para iniciar una misión.

Estaba muy cansado y debilitado. No quiso, sin embargo, ahorrarse nada. Se impuso más bien mucho trabajo para preparar la parroquia a la visita del obispo de La Rochelle, que debía tener lugar el 22 de abril.

La solemne procesión que organizó para recibir dignamente al Pastor de la diócesis fue causa de su última enfermedad.

Obispo y clero quedaron admirados de la organización, el orden y éxito de toda la ceremonia.

Pero el pobre misionero, agotado, no pudo terminar su sermón y fue obligado a guardar cama, con el pecho oprimido y el escalofrío de la fiebre.

Por la tarde, después de vísperas, haciendo un supremo esfuerzo, se levantó para subir una vez más al púlpito. Estaba pálido y su voz era apenas audible.

Volvió a su lecho, para no levantarse más.

Comprendió en seguida que había llegado su fin. Se confesó y recibió los sacramentos de los enfermos de manos del obispo.

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