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126. CASA DE ORACIÓN

En un viaje a Normandía, el santo llegó un sábado a una iglesia y quiso celebrar la Eucaristía.

Subió al altar. Pero su recogimiento fue interrumpido más de una vez por la falta de sosiego de los niños y personas que entraban y salían del templo.

Terminada la Misa, se volvió a los fieles y con graves palabras les recordó el respeto debido al lugar santo.

La exhortación agradó al párroco, que ya había admirado la piedad del celebrante y lo invitó también a almorzar y a quedarse hasta el día siguiente para darle ocasión de predicar durante la celebración dominical.

Al momento de despedirse, el párroco trató en vano de saber su nombre:

– ¿Qué significa mi nombre?, observó. Soy un pobre sacerdote que corre por el mundo con el fin de salvar a alguien.

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