7. MISIONERO APOSTÓLICO
Antes de despedirse, Montfort implora al Santo Padre la bendición apostólica y le presenta un crucifijo de marfil suplicándole que conceda la indulgencia plenaria a cuantos lo besen en el momento de la muerte. El Papa lo bendice y concede la indulgencia pedida. Este crucifijo ocupa un puesto importante de hoy en adelante en el apostolado del santo misionero.
Para que a su regreso de Roma, lo acepten con buenos ojos los obispos franceses, el Pontífice le confiere el título del «Misionero Apostólico».
El coloquio con el Santo Padre trae paz al alma de Montfort.
Su vocación misionera queda aclarada y segura. Con renovada energía, la seguirá a pesar de las dificultades que tendrá que afrontar.
¡Su voto está cumplido! ¡Sus sueños se han hecho realidad!