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79. EL INCENDIO DE RENNES

Dos años antes de su muerte, el santo hubiera querido evangelizar por última vez a Rennes, la ciudad donde había estudiado de joven.

Trató de conseguir el permiso de predicar, pero todo fue inútil.

Compuso entonces un cántico que constituyó su adiós a la ciudad infiel y fue considerado como una profecía de las desgracias que caerían sobre Rennes. Este apóstrofe a los habitantes, que no experimentaban dificultad en unir sus prácticas religiosas con las costumbres de una vida semipagana, es como una curiosa pintura de las costumbres bretonas de la época. En términos patéticos deploraba su «destino».

       Efectivamente, seis años después de su partida, un devastador incendio que duró diez días y diez noches, devoró gran parte de la ciudad.

Al fulgor de las casas en llamas, los habitantes repetían aterrados:

– ¡Ay!, ¡es precisamente lo que había predicho Montfort!

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