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III – LA CIUDAD LUZ DEL REY SOL

21. DE CAMINO A PARÍS

En el colmo de la alegría y con el alma pletórica de confianza en la providencia y de amor a la pobreza, decidió partir a pie llevando consigo lo estrictamente necesario.

Sus padres insistieron en que llevara algo de ropa interior, un vestido nuevo y la modesta suma de diez escudos. Sumas que él aceptó por complacerlos.

Su tío y uno de sus hermanos lo acompañaron hasta la salida de Rennes. Allí, el joven Grignion abrazó al excelente sacerdote tío suyo, que lo había hospedado en su casa, dio a su hermano algunos buenos consejos y se despidió de ellos. Tomando en la mano el rosario, se encaminó alegremente a través de los extensos y fangosos senderos, que en ese entonces hacían en Bretaña las veces de caminos.

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