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95. UN PUÑADO DE HARINA

Un día se presentó a la puerta de una casa para pedir algo de comer. La dueña le contestó:

– ¡Ah! mi buen Padre Montfort, he aquí sobre la mesa el último pan y ya no nos queda más que un puñado de harina.

– Anda –le dijo–, anda, limpia el ático y tráeme pan para mis pobres.

Sus órdenes fueron cumplidas sin saber lo que hubiese pasado. Al día siguiente, volviendo al ático, la mujer se sorprendió al ver una gran cantidad de trigo, suficiente para alimentar a su familia y socorrer a los pobres por muchos meses.

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