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22. MÁS POBRE QUE LOS POBRES

Prosiguieron el viaje, pronto se encontró con mendigos andrajosos, y él sintió la necesidad de aligerar su carga. Al primero le regaló el vestido nuevo recibido de sus padres, a otro le dió los diez escudos, con un tercero cambió hasta el vestido que llevaba puesto.

Sintiéndose entonces verdaderamente pobre, se puso de rodillas y, dirigiéndose a Dios, como el Poverello de Asís, exclamó:

– ¡Dios mío!, ahora puedo decirte con toda verdad: «Padre nuestro que estás en el cielo», e hizo voto de no poseer nunca nada.

Libre de todo, poseyendo sólo una gran confianza en la divina Providencia, Luis María prosiguió su camino, mendigando el pan y la posada. Lo que le atrajo humillantes rechazos, a causa de su juventud y presencia física.

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