SAN LUIS MARÍA GRIGNION DE MONFORT
¿QUIEN ERES REALMENTE? PARTE 02
PARA CONOCERLO
Creo que quien quiera comprender plena y profundamente la santidad de Luis de Montfort no debe partir de consideraciones sociales; ni siquiera de la historia del sentimiento religioso de su época. Él era esencialmente un solitario, un ermitaño. No se logra compararlo con hermanos o parientes. Un ermitaño errante, un solitario entre la multitud: pero solitario y ermitaño.
No tenemos palabras suyas dichas para sí mismo o para una persona íntima: todas sus palabras son palabras de Dios, predicadas “en el techo”. Vivía escondido dentro de sí mismo, pero era enteramente para los demás. Algún secreto de este santo se puede descubrir dentro sus Cánticos que él escribió: pero éstas también eran palabras que él escribió para ser cantadas por las muchedumbres, en las circunstancias más importantes de las misiones populares y funciones religiosas. San Luis, sí, fue poeta, pero no para sí mismo. Sin duda fue un poeta, pero escribía versos de modo que la multitud pudiera cantarlos. Escritor, a su manera, pero escritor, lo era: e incluso sus escritos no son confidenciales, son torrenciales: no hablan, sino que raptan.
También su modo de hablar a la gente fue influenciado por su temperamento: tenía que ser firme y decisivo; no persuasivo y convincente, sino irresistible. Sabemos que cuando confesaba era muy dulce: ¡a solas quién sabe cómo él se volvía! Su fuego interior, brillante sobre las masas, había hecho secretamente flexible y ardiente su naturaleza.
Todas las contradicciones más dolorosas de nuestra vida cristiana parecían en san Luis solucionadas: naturaleza y gracia, penitencia y alegría, acción y contemplación, multitudes y soledad, rigor y tranquilidad, autoridad y obediencia, ansiedad e intrepidez.
¿Quién puede contarnos la vida de este hombre, verdaderamente hombre de Dios y hombre para los demás?
(Cf. don Giuseppe De Luca, Luigi Maria Grignion da Montfort, Saggio biografico, Roma, 1985)
LA PALABRA NOS GUÍA
Escuchen la Palabra del Señor De la Carta de san Pablo apóstol a los Filipenses (4,4-13)
«Alégrense siempre en el Señor. Vuelvo a insistir, alégrense. Que la bondad de ustedes sea conocida por todos los hombres. El Señor está cerca. No se angustien por nada, y en cualquier circunstancia, recurran a la oración y a la súplica, acompañadas de acción de gracias, para presentar sus peticiones a Dios.
Entonces la paz de Dios, que supera todo lo que podemos pensar, tomará bajo su cuidado los corazones y los pensamientos de ustedes en Cristo Jesús. En fin, mis hermanos, todo lo que es verdadero y noble, todo lo que es justo y puro, todo lo que es amable y digno de honra, todo lo que haya de virtuoso y merecedor de alabanza, debe ser el objeto de sus pensamientos.
Pongan en práctica lo que han aprendido y recibido, lo que han oído y visto en mí, y el Dios de la paz estará con ustedes.
Yo tuve una gran alegría en el Señor cuando vi florecer los buenos sentimientos de ustedes con respecto a mí; ciertamente los tenían, pero les faltaba la ocasión de demostrarlos.
No es la necesidad la que me hace hablar, porque he aprendido a hacer frente a cualquier situación. Yo sé vivir tanto en las privaciones como en la abundancia; estoy hecho absolutamente a todo, a la saciedad como al hambre, a tener sobra como a no te tener nada. Yo lo puedo todo en aquel que me conforta»
MEDITEMOS EL SALMO 36 (37)
03 Confía en el Señor y practica el bien;
habita en la tierra y vive tranquilo:
04 que el Señor sea tu único deleite,
y él colmará los deseos de tu corazón.
05 Encomienda tu suerte al Señor,
confía en él, y él hará su obra;
06 hará brillar tu justicia como el sol
y tu derecho, como la luz del mediodía.
16 Vale más la pobreza del justo
que las grandes riquezas del malvado:
17 porque los brazos del impío se quebrarán,
pero el Señor sostiene a los justos.
18 El Señor se preocupa de los buenos
y su herencia permanecerá para siempre;
21 El impío pide prestado y no devuelve,
el justo, en cambio, da con generosidad;
22 los que el Señor bendice, poseerán la tierra,
y los que él maldice, serán exterminados.
30 La boca del justo expresa sabiduría
y su lengua dice lo que es recto:
31 la ley de Dios está en su corazón
y sus pasos no vacilan.
HOY PARA MÍ
El epígrafe de la piedra tumbal nos presenta el nombre de nuestro santo: Luis María Grignion de Montfort. Luis es el nombre que recibió el día de su bautismo: el 1 de febrero de 1673 en la iglesia parroquial de San Juan. La tradición nos dice que el nombre “María” fue añadido en el momento de la Confirmación. No todos los biógrafos están de acuerdo. Lo cierto es que está ahí con su carga de significado, de memoria de un vínculo, de un anuncio. Grignion es el apellido de la familia. La historia de cada uno de nosotros está inscrita en una familia. En ella no sólo recibimos vida, sino fe, alegría, características particulares… “De Montfort”: es el nombre de su pueblo al que sigue vinculado, al que volverá. El pueblo que recordará a menudo en sus firmas.
Podemos recordar otras formas en que se llamaban a San Luis:
el buen padre de Montfort; el padre con el gran rosario; ese loco de Montfort; el apóstol de la Cruz y del Rosario; el hombre que vino del viento; el hombre de la última iglesia…
Llegados a este punto el autor del epígrafe ofrece algunas reflexiones sobre el difunto:
«si te enteras de su vida, no hubo otra más íntegra».
«Más íntegra» traduce el latín “integrior”, es decir, una vida completa, vivida en plenitud, en sus distintas facetas. Desde el punto de vista intelectual: un hombre de estudios, un escritor muy florido (¡pensemos en los más de 20.000 versos que compuso!) y un teólogo de nivel. Desde el punto de vista artístico fue escultor, arquitecto y diseñador. Como sacerdote fue un incansable predicador, confesor, organizador de celebraciones y cofradías. Fundador de congregaciones, atento a las necesidades de la iglesia y a las necesidades de su tiempo. Y como pegamento de todas estas actividades una vida muy intensa de oración, meditación, contemplación, búsqueda del silencio, de la soledad.
Creo que las letanías con las que nos encomendamos a su intercesión nos ayudan mucho a descubrir la riqueza y variedad de sus dones:
«Digno siervo de Dios solo; Fiel discípula de la Sabiduría encarnada; Corazón dócil al Espíritu Santo; Esclavo de Jesús viviente en María; Anunciador de la gracia de la Cruz; Misionero del Evangelio de salvación; Animador de conversión sincera; Maestro de sabiduría evangélica; Hijo fiel de la Sierva del Señor; Predicador de la Madre del Redentor; Amigo de los pobres y de los últimos; Educador del pueblo de Dios; Guía para la profesión de la verdadera fe; Pastor lleno de celo para el bien de la Iglesia; Obediente colaborador de los Pastores de la Iglesia"»
Es un mosaico formado por muchas piezas que no se pueden separar, pero que nos muestran la obra maestra que fue la vida de san Luis de Montfort y con la oración de la iglesia podemos aclamar:
«En la vida de San Luis, reconocemos los signos de tu amor por nosotros; en su voz, tu palabra, en sus gestos, tu poder».
Y aún más: «En el maravilloso testimonio de tus santos haces siempre fecunda a tu Iglesia y nos das un signo seguro de tu amor. Su gran ejemplo y su intercesión fraterna nos sostienen en el camino de la vida, para que se cumpla en nosotros tu misterio de salvación».
RECEMOS CON SAN LUIS (Cantico 27)
- ¡Oh Dios!, suma bondad yo nada tengo que ofrecer a tu inmensa majestad y por eso hoy te digo humildemente:
A Dios gracias, gracias, gracias, Señor. - El amor infinito que nos tienes, no tengo yo con qué poder pagar, pero cantarte quiero noche y día: A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- ¡Oh gran Dios!, tú me has hecho de la nada, y de ti recibí cuanto poseo: tú solo eres mi apoyo y fundamento. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- ¡Oh gran Señor!, yo soy tu imagen viva, con fervorosa fe creer anhelo que la grabaste en medio de mi ser. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- Tú me ungiste, Señor, con tu dulzura, y también me adornaste con tus luces y amable, me colmaste de favores. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- Tú me quisiste hacer bautizar, y conmigo viniste a desposarte, y en la Iglesia me diste catequesis. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- A menudo, amoroso, me impediste sumergirme en las aguas del pecado, por cuya vil pendiente ya rodaba. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- Cuando caí en la lucha, tú me alzaste, me ofreciste apoyo al tropezarme, y próximo a caer me preservaste. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- Los talentos del cuerpo y del espíritu, los talentos internos y exteriores, son beneficios y tesoros tuyos. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
- A menudo me atraes fuertemente, con intensos y santos movimientos: esos son tus regalos y tesoros. A Dios gracias, gracias, gracias, Señor.
CENTRO DE COORDINAMIENTO DE LA ESPIRITUALIDAD MONFORTIANA Via Villa Musone, 170 – 60025 Loreto (AN) Coordinador: P. Efrem Assolari Cell. +39 338 77 95 064 E-mail: effremo1955@libero.it