IV – MISIONERO POPULAR
35. UN SUEÑO MISIONERO
Montfort, ya tan inflamado de celo cuando vivía con su familia, en el colegio de Rennes y en el seminario de San Sulpicio, no podía permanecer inactivo ahora que la Iglesia le había conferido el sagrado ministerio.
– ¿Qué hacemos aquí –exclamaba hablando con sus cohermanos– mientras en el Japón y en las Indias hay tantos hombres que esperan el anuncio del Evangelio? ¡Hay un número casi infinito que se pierde por no conocer a Dios! ¡Sólo moriré contento al pie de una árbol del lejano Japón, como el incomparable misionero san Francisco Javier!
Montfort, en un primer momento, había pensado en las misiones extranjeras, pero en su viaje a Roma el Papa le dijo que volviera a su patria y trabajara en ella.
Esta orden del Vicario de Cristo le devolvió a Francia un apóstol, cuyo celo fue coronado por frutos maravillosos de vida cristiana.