90. UN ESTUDIANTE TRAMPOSO
Cierto día, encontró por los caminos de Nantes a un joven que le declaró ser un pobre estudiante eclesiástico.
Llevaba puesto un miserable vestido, tenía pálido el rostro, difícilmente se mantenía en pie y parecía reducido a una situación desastrosa. No hacía falta más para conmover al santo. En ese pobre estudiante, acostumbrado a las privaciones, creyó ver a un futuro discípulo suyo y lo invitó a seguirlo.
Prosiguieron el camino.
Cuando llegaron a Rennes, el joven le pidió permiso para visitar a su familia, distante varios kilómetros de allí. El misionero no se opuso y hasta le prestó el mulo que hacía poco había comprado para transportar los utensilios de la misión. Y después… Espera que te espera… No se volvió a saber nada del misterioso estudiante. Pero el mulo –el estudiante había logrado venderlo– fue encontrado algunos meses más tarde y restituido al bueno del Padre de Montfort.