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9. «¡POR AMOR DE DIOS!»

Llegando a cierta población, cansados y hambrientos, Montfort envía sus dos compañeros a la casa cural.

– Vayan –les dice– y pídanle al párroco, por amor de Dios, que les dé algo de comer.

Volvieron con un trozo de pan: apenas un bocado para una persona. Montfort se presenta entonces en persona en la casa cural y encuentra al párroco sentado a la mesa con numerosos invitados. El párroco lo hace acomodar en la cocina y ordena que le sirvan en la mesa de los sirvientes y camareros.

Montfort, contento ante la humillación, vuelve luego a dar gracias al dueño de casa por la caridad recibida. Este al observar el vestido desgarrado y los pies sangrantes del peregrino, le dice con un gesto de consideración y alzando los hombros:

– ¿Por qué no anda a caballo?

– Ese no era el modo de andar de los apóstoles, –le respondió Montfort–.

El sacerdote comprende y se retira.

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