84. «¡ÁBRAN A JESUCRISTO!»

En Dinán, lo mismo que en Poitiers y en Rennes, Montfort estaba continuamente rodeado de una multitud de pobres, a los cuales enseñaba el catecismo y proveía de medios para vivir, acudiendo a los fondos de la divina Providencia.
Una tarde, encontró tendido en tierra en una calle de Dinán, a un pobre cubierto de úlceras y entumecido de frío en tal medida que no tenía ni fuerzas para pedir ayuda. Montfort se le acercó y, al verlo tan abandonado, lo tomó en hombros y lo llevó a la casa de la misión. Pero era ya tarde y la puerta estaba cerrada. El misionero comenzó entonces a golpear gritando:
– ¡Abran a Jesucristo!
Y una vez que entró, se apresuró a depositar en su propio lecho al pobre moribundo. Luego, arrodillado sobre el pavimento, pasó el resto de la noche en oración.