81. HERÓICO SAMARITANO

Su caridad era grande. Se le vio, por amor a los pobres, alojarse en la celda más miserable del hospital, ceder a un pobre una cobija de su lecho, prestar a los paralíticos los servicios más humildes.
Cierto día encontró en una calle, tendido en el pavimento húmedo, a un pobre infeliz cubierto de úlceras que imploraba la caridad de las gentes. Lo habían rechazado en todos los albergues a causa del mal contagioso que padecía.
Montfort se conmovió. Pero, ¿cómo logró que lo recibieran en el hospicio?
Se presentó a los administradores, les suplicó que le concedieran un hueco aislado en una esquina de la casa y prometió que él solo se ocuparía del enfermo. Conseguido el permiso, lo trasladaron en una camilla miserable y el capellán enfermero venía varias veces al día a traerle alimento y curarle las llagas. Más de una vez se sintió desfallecer, pero no dejó nunca de acudir en su ayuda.