64. ESPÍRITU PROFÉTICO

Cierta mañana, el Padre jesuita que era confesor suyo, le pidió que celebrara la Eucaristía por la curación de la esposa del gobernador de Poitiers que, desahuciada por los médicos, se hallaba a punto de morir.
Una vez terminada la misa, vuelve a donde el confesor y le dice:
– He orado por la enferma, no morirá.
El Padre jesuita conociendo la santidad de su penitente, lo invitó a llevar él mismo la buena noticia.
Montfort obediente se trasladó a la casa de la enferma y le dijo con suavidad y seguridad al mismo tiempo:
– ¡Tranquila, señora!, no morirá de esta enfermedad. Dios quiere prolongar su vida y permitirle que continúe con su caridad en favor de los pobres.
La enferma se sintió repentinamente aliviada. Pronto comenzó la convalecencia y logró luego la perfecta curación.
Dios le concedió doce años más de vida.