62. EL MILAGRO DE LAS CEREZAS
Refiere la tradición popular que cuando el santo se dirigía a la misión de Vouvant, llegó ya de noche, muy cansado, a esa población. Golpeó a la puerta de una buena señora llamada «la niña de Imbert» y apremiado por el hambre le pidió algo de comer.
– ¡Ay de mí!, respondió ella, no tengo nada que ofrecerle.
– Vaya al huerto, encontrará cerezas, le dijo Montfort.
– ¿¡Cerezas en esta época!?, repuso ella.
– Vaya, por favor, insistió Montfort.
La mujer obedeció y volvió fuera de sí: había recogido cerezas que ofreció al misionero. Una vez se fue Montfort, volvió ella a recoger más cerezas, pero todo había desaparecido.