56. LA PROCESIÓN DE LAS CRUCES
La población de Sallertaine estaba dominada por un promontorio, sobre el cual propuso Montfort elevar un calvario monumental, que recordara en proporciones más modestas el de Pont-Château.
Los habitantes prepararon en varias semanas de inmenso trabajo las tres cruces, las estatuas de los personajes y hasta una capillita arreglada en una gruta, donde se erigió un altar. Llegado el día de la bendición del monumento, al terminar la misión, Montfort organizó una solemne procesión a pie descalzo en honor de la cruz.
Cada persona llevaba una pequeña cruz en la mano y una hostia en la que estaban escritos los compromisos bautismales.
Recordando que al comenzar la misión todos estaban en contra suya, se puede juzgar hasta qué punto logró el misionero cambiar en favor suyo la opinión de las gentes.