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54. SE ABREN LAS PUERTAS

El párroco de Sallertaine rogó al misionero que diera una misión en su parroquia. Pero los feligreses, no estando de acuerdo, cerraron las puertas de la iglesia y entregaron las llaves a un ciudadano resuelto a no cederlas por nada del mundo.

Sin desconcertarse, Montfort, se detuvo al pie de una cruz en medio de la población y comenzó a predicar a las gentes de una parroquia vecina que lo acompañaban. Entre tanto las gentes de Sallertaine insultaban al misionero con gritos y algazara y le tiraban piedras. Cuando Montfort terminó su discurso, las puertas del templo se abrieron como por encanto y él entró junto con el párroco y algunos feligreses.

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