48. ATENTADOS

Algunos individuos, enfurecidos al sentir reprochar ásperamente su conducta, atentaron más de una vez contra la vida del misionero.
Fue así como cierto día en Nantes, algunos jovenzuelos, irritados al reconocerse en la descripción de ciertos desórdenes hecha por el misionero, lo asaltaron a piedra e indudablemente lo habrían acribillado si no hubieran intervenido unos transeúntes.
Los pilluelos hubieran sido linchados por la multitud, si Montfort no se lo hubiera impedido diciendo:
– ¡Déjenlos en paz! Son más dignos de lástima que Uds. y que yo mismo.