4. ¡ROMA! ¡ROMA!
Descansado y consolado, reemprende el camino a través de colinas y llanuras: paisajes ideales para un artista; pero trayecto pesado para los pies ya martirizados del peregrino.
Camina que camina. Y, por fin, aparece en el horizonte la espléndida cúpula de san Pedro. ¡Es Roma! Preso de intensa emoción, cae de rodillas, besa el suelo y llora de gozo. Luego se quita el calzado y recorre así los últimos kilómetros… Finalmente… Porque sus fuerzas se hallan casi agotadas. Necesitó varios días de reposo para recuperarlas un tanto y curar sus llagas.