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30. EN EL SEMINARIO DE SAN SULPICIO

Una vez recuperada la salud, le recibieron en la sección más pobre del seminario. Allí, gracias a la generosidad de una piadosa mujer, pudo continuar sus estudios.

La fama de sus virtudes había comenzado ya a difundirse.

Por ello, cuando Luis María Grignion, ingresó al seminario de San Sulpicio, invitaron a la comunidad a cantar el «Te Deum» en acción de gracias. ¡Hecho sin precedentes!

En esta casa ejemplar, su amor a la Virgen fue creciendo más y más cada día. Hablaba de Ella con alegría durante las recreaciones, causando la admiración de muchos compañeros suyos.

Difundió entre ellos la consagración total a Jesús por María.

Fue para él motivo de inmensa alegría el encargo de adornar la Capilla de la Virgen.

Pero sus superiores pusieron a prueba su obediencia y la encontraron perfecta. La virtud de una persona se juzga también por esta señal.

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