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3. EN LA SANTA CASA DE LORETO

Se encamina hacia Loreto, donde se encuentra el santuario con la Santa Casa de María. Él, que ama tanto a «su Madre bondadosa», no podía omitir esta etapa.

Queda extasiado ante esos muros que se creía habían albergado a la Virgen María, en aquel pequeño recinto donde el Hijo de Dios se hizo hermano nuestro. Durante la misa que celebra cada día en el altar de la santa Casa, su rostro se transfigura.

Maravillado por su recogimiento, un devoto asiduo del santuario le solicita un encuentro espiritual e informado de su pobreza extrema, se ofrece a hospedarlo en su casa.

Permanece en Loreto unos quince días. Permanencia deliciosa y providencial, que comunica a su alma un gozo profundo y a su cuerpo agotado, el vigor necesario para emprender la última etapa de su viaje a Roma.

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