24. VIDA DE SACRIFICIO
Algún tiempo después, hacia fines de 1693, se desató una gran carestía y la benefactora del pobre seminarista no pudo seguir pagando por él la pequeña pensión acordada. Luis se mantuvo tranquilo ante esta nueva prueba y siguió confiando fielmente en la Providencia.
Para no ser gravoso a su superior, Luis no dudó en pedir limosna, mezclado con las turbas hambrientas que se juntaban ante las casas de caridad donde se distribuían víveres. Aceptaba humildemente ya una moneda, ya una prenda de vestir, las más de las veces un trozo de pan.
Se dirigía de preferencia a las diversas comunidades religiosas. Las ofrendas iban llegando, pero él no guardaba para sí más que lo estrictamente necesario. Aunque carecía de todo, buscaba a otros más pobres que él, para distribuirles cuanto su humildad le había proporcionado.