15. SU AMOR A LOS POBRES
Todos en el colegio admiraban su caridad. Un santo sacerdote de apellido Bellier le había iniciado en ella.
Este hombre de Dios, capellán del hospital general de Rennes, había tenido la feliz idea de poner al servicio de la caridad las horas libres de que disponían los estudiantes. Los reunía en su casa para formarlos en obras de apostolado. Luego los enviaba, en grupos de dos o tres, al hospital general o al hospicio de incurables. Debían prestar a los enfermos toda clase de servicios, explicarles el catecismo y hacerles buenas lecturas. Luis era el primero en la práctica de estos deberes. Su madre que, por otra parte, le daba el ejemplo, tuvo en particular la alegría de encontrar cierto día en el hospicio a una pobre mujer que le dijo:
– ¿Sabe, señora?, ¡su hijo me ayudó a entrar en este lugar, haciéndome traer en esta silla!.