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120. PROYECTO Y REALIDAD

En La Rochelle, Montfort tenía en el obispo, mons. Champflour, un amigo y un protector decidido. En esa ciudad pudo desplegar su ardor apostólico y sus cualidades de organizador.

La Rochelle era una ciudad importante, centro todavía de la herejía calvinista. Había allí bandas de niños desamparados.

Por ello, eran necesarias escuelas permanentes y bien organizadas.

Montfort se puso a la obra: preparó pronto un proyecto que el obispo aceptó en su totalidad a comienzos de 1714. El prelado, después de escucharlo con el mayor interés y previendo el inmenso bien que de él se seguiría, lo comprometió a ponerlo en marcha en seguida. Y prometió proveer él mismo a los gastos necesarios.

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