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112. EL MONAGUILLO CURIOSO

En San Juan de Fontenay, tardaba cierta mañana el misionero en acudir a la celebración de la Eucaristía. El monaguillo que debía ayudarle fue corriendo a la casa de La Providencia y golpeó a la puerta del cuarto del hombre de Dios. Nadie respondió. Se arrodilló entonces para mirar a través del hueco practicado en la puerta para que pasara el gato de la casa. Vio a una hermosa señora, un tanto levantada del suelo, que conversaba con el santo. Mudo de admiración, regresó a la iglesia, a donde el Padre no tardó en llegar también.

Viendo que el monaguillo lo miraba estupefacto, le preguntó: ¿Qué te pasa que me miras así, esta mañana?

El pequeño le contó cuanto había visto.

– Bien, hijo mío, le replicó el santo; eres dichoso, tienes un corazón puro.

Trazó en la frente del niño la señal de la cruz y añadió:

– ¡Irás un día al paraíso!

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