111. DESDE LAS REJAS DEL JARDÍN
En Roussay, Montfort dijo cierto día a un campesino que fuera a verlo en la casa de La Providencia. Acudió el hombre a la cita. Pero vio al misionero conversando en el jardín con una señora de belleza fulgurante. Lleno de respeto, se contentó, con observar tan extraordinaria maravilla a través de las rejas del jardín y se marchó.
Volvió el campesino a la mañana siguiente. El jardín estaba desierto. Logró saber que el misionero estaba en su cuarto del primer piso que daba al patio. Antes de entrar observó por el hueco de la llave y contempló el mismo espectáculo que el día anterior.
Persistió en volver al tercer día y encontró finalmente al siervo de Dios, que le interrogó sobre el motivo de su retraso. El buen hombre le contó lo que había visto.
Montfort, con la certeza de tener frente a sí una persona de alma pura por haber visto a la Virgen, le pidió silencio y le permitió comulgar.