110. NO OLVIDAR EL ROSARIO
Propagaba el rosario en todas partes. Las regiones que evangelizó han conservado la piadosa costumbre de recitarlo en público, en la iglesia, en la humilde capilla del poblado o en el hogar doméstico. El mayor disgusto que le podían causar era el abandonar el rezo del rosario.
Pasando por Vallet, donde había predicado una misión, rechazó las invitaciones de quienes querían volverlo a ver en esa parroquia:
– No, no iré, les dijo: ¡han abandonado mi rosario!
Se servía de esta arma para convertir a los pecadores, que no podían resistirle nunca, decía él, una vez había logrado echarles al cuello su rosario.