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106. NUEVO HÉRCULES

¡Cuántas veces debió nuestro santo sentir que se le estrechaba el corazón al recordar su calvario de Pont-Château!

Resolvió poner a salvo al menos las estatuas, arrinconándolas en un cobertizo en espera de tiempos mejores.

Dos carros espaciosos las transportaron hasta las riberas de Loira. Pero, ¿cómo pasarlas de los carros a la barca alquilada por el misionero para trasladarlas a la otra orilla?

El santo lo remedió todo con sus hercúleas fuerzas. Fue tomando una a una las pesadas estatuas de madera de roble y sumergiéndose en el agua y el fango del río hasta la cintura, las fue llevando a la barca. Las depositaron en el hospital de incurables de Nantes. Donde permanecieron hasta 1748, fecha en que las colocaron definitivamente en el Calvario reconstruido de Pont-Château.

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