104. EL CANTO DEL GALLO
No contento con recibir con amor las cruces que Dios le enviaba. Montfort afligía su cuerpo con toda clase de penitencias. A veces se aplicaba disciplina antes de subir al púlpito, diciendo jocosamente a quienes le reprendían por tales excesos: «El gallo no canta bien sino cuando mejor se ha azotado con sus alas».
Tenía por costumbre ayunar miércoles, viernes y sábado y en los otros días comía muy poco.
Por temor a no sufrir lo suficiente, había encargado al Hermano Nicolás darle disciplina. Lo llevaba consigo con esta condición.