101. RECUERDO DE LA MISIÓN

No daba ninguna misión sin coronarla con la erección de una cruz.
Llegando el día de esta ceremonia, toda la región amanecía de fiesta: se adornaban las calles, se desplegaban al viento los estandartes, durante la procesión se cantaban himnos sagrados. Los cargueros, casi siempre descalzos, llevaban en hombros la cruz de la misión.
Cuando la enarbolaban sobre el sitio más hermoso de la comarca los ojos de todos se volvían hacia ella. Y el misionero en un inflamado sermón delineaba las enseñanzas y deberes de los fieles.
Montfort hacía poner a menudo en esta cruz pequeños corazones de algodón dorado que representaban a las familias de la parroquia y eran un símbolo de amor a Jesucristo. Pero Montfort no se contentaba con plantar la cruz en las colinas, la «plantaba» ante todo en los corazones.